Durante décadas, el nombre del Sacamantecas ha provocado escalofríos en toda España. Se convirtió en una figura oscura del folclore popular, utilizada por generaciones de padres para asustar a los niños y mantenerlos lejos del peligro.
Pero lo que pocos saben es que esta figura siniestra no nació solo de la imaginación colectiva: tuvo su raíz en una serie de crímenes reales ocurridos en el siglo XIX. El mito tiene rostro, nombre y expediente policial. Y todo comenzó en el norte de España.
El origen real de la leyenda: Juan Díaz de Garayo
Juan Díaz de Garayo, conocido como “El Sacamantecas de Vitoria”, fue un asesino en serie que aterrorizó al País Vasco entre 1870 y 1879. Nació en Álava en 1821 y vivió marcado por la pobreza, el aislamiento y trastornos mentales.
Atacaba a mujeres de clase baja en caminos solitarios. Las estrangulaba y, en ocasiones, las apuñalaba con una violencia que impactó incluso a los forenses de la época.
Según el Instituto de la Memoria – Gogora, fue autor de al menos seis asesinatos, aunque algunas fuentes señalan más. La leyenda de que extraía grasa de sus víctimas no consta en los juicios, pero se difundió rápido entre la población rural, alimentando el mito.
Miedo popular y construcción del mito
El apodo “Sacamantecas” no era exclusivo de Garayo, pero fue su caso el que dio fuerza al mito. En distintas regiones de España, se hablaba de hombres que secuestraban a niños o vagabundos para extraerles la grasa corporal.
Esta sustancia, en la tradición popular, se asociaba con supuestas propiedades curativas y era utilizada por brujas, curanderos o incluso médicos corruptos. Estas historias estaban estrechamente ligadas a contextos sociales muy concretos: miseria, falta de acceso a la medicina y una fuerte presencia del pensamiento mágico.
El miedo se propagaba especialmente en zonas rurales, donde los rumores sustituían con facilidad a la verdad. En un artículo del Centro de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, se analiza cómo estos relatos servían como advertencias morales y mecanismos de control social entre los campesinos.
El Sacamantecas en la tradición oral
A lo largo del siglo XX, el Sacamantecas formó parte de los cuentos de terror usados para asustar a los niños. Como el Coco o el Hombre del saco, servía para corregir conductas como desobedecer, no comer o salir solos. Sin embargo, a diferencia de esas figuras, su origen tenía raíces reales, lo que le daba una dimensión más creíble y perturbadora.
El personaje se mantuvo vivo gracias a la transmisión oral, pero también a publicaciones y crónicas que mezclaban hechos y rumores. Medios como El Noticiero Bilbaíno publicaron relatos sensacionalistas de Garayo, reforzando su imagen de monstruo nacional.
Ecos del mito en otras regiones de España
Aunque el caso de Garayo es el más conocido, la figura del Sacamantecas también apareció en otras partes del país con variantes locales. En Murcia se hablaba de un hombre que robaba grasa para ungüentos.
En Galicia, de brujos que usaban manteca humana en rituales ocultos. Estas historias compartían una base común: el uso del cuerpo humano como recurso para fines oscuros y supersticiosos.
En algunos relatos, incluso se vinculaba al Sacamantecas con el tráfico de órganos o el secuestro de menores, reflejando los temores sociales de cada época. El antropólogo José Manuel Pedrosa ha estudiado muchas de estas versiones en su trabajo sobre el imaginario del miedo en España.
El impacto cultural y mediático
La historia del Sacamantecas ha sido retomada en novelas, documentales e incluso programas de radio. Su figura se ajusta al interés actual por los crímenes reales y los asesinos en serie. En años recientes, Garayo ha sido objeto de estudios psicológicos y criminológicos que intentan comprender su perfil con herramientas modernas.
Un análisis publicado por la Universidad del País Vasco examinó su psicopatología desde una perspectiva contemporánea. El estudio muestra cómo sus actos anticipan rasgos típicos de asesinos en serie actuales. Este enfoque académico ha ayudado a distinguir la leyenda de los hechos, arrojando luz sobre el contexto social y mental que dio origen al mito.
Conclusión: Entre la historia y el horror
El Sacamantecas ya no representa una amenaza real, pero su leyenda sigue viva. No solo como parte de la historia criminal, sino como reflejo de una época marcada por el miedo y la superstición.
El caso de Juan Díaz de Garayo nos recuerda que muchas leyendas tienen un fondo de verdad, aunque distorsionado por el tiempo y el temor colectivo. Hoy, la investigación histórica y científica nos permite analizar su figura con más distancia y objetividad.
Aun así, el Sacamantecas seguirá habitando los rincones más oscuros de la memoria cultural, donde los cuentos se vuelven advertencia y la realidad, a veces, supera a la ficción.
